26/10/10

Lujuria.‏..

Hinco boca y lengua como dagas,
presta, la mano en tus pezones,
gestan en tu vientre los temblores,
permutar la cara por las bragas.

El roce es acentuado a hurtadillas,
devorando en un sorbo inhibiciones,
atropellada por un mar de convulsiones,
es vulnerando tu derriere a en cuclillas.

En la tormenta que recién empieza,
es tu mano la brida que sujeta,
mi humedad al orificio dilatado.

El beso que por labios comienza,
dio paso al que aquí se ha consumado,
el beso negro, así será llamado.

¡Pajaritos, pajaritos!‏

¡Pajaritos, pajaritos!
gritaba el vendedor,
frotándose las manos,
al ver en el color de sus plumitas,
el oro y su resplandor.

Frente a la escuela,
donde venderlo quería,
se acercó una pequeñita,
que cariñosa le decía,
¡pajarito! ¡pajarito!
¿por qué no se escucha ya tu trino?

¡Cuan villano es usted, señor!
que al pajarito cantor,
la libertad le quita,
¿que no sabe,
que con solo poner,
azúcar en su fuente,
llegara toda su familia,
y cantaran por torrentes?

¡Déjelo en libertad!
y así el podrá,
reunir a su familia,
y juntos cantar con alegría.

Sin Censura...‏

Oasis del sediento,
sedosa piel,
envuelve la dulzura tu cuerpo,
trazando su contorno por mi aliento,
hilando mudas caricias,
estampadas en la intimidad de tus curvas.

Como aleteo de colibrí,
eufóricas las yemas,
agasajan,
derrumbando la coraza,
pasadizo a la agitada respiración,
breve es la espera,
estremecida,
la ruta se humedece,
y el hechizo de tu voz en delirio,
un susurro que parece sollozo,
incita la propia insinuación,
y cae la ultima prenda,
percibiendo el temblor de tu vientre,
acariciando la libertad.

La temperatura crece,
y tus rosáceos senos,
erguidos,
celosos guardianes del secreto,
en vía encendida,
sometido por tus muslos,
que generosos conducen,
a penetrar el deseo,
del rocío que antecede,
al nacarado néctar que asoma,
en ovalada perla.

Sahara...

Perdida sombra,
de un alma sin vida,
haciendo el amor,
esgrimiendo un corazón,
violín sin cuerdas,
que no vibra,
al sentirse de tu cuerpo ausente.

La penumbra,
en obra,
acechando,
el almizcle de tu desnuda figura.

Cual brea,
se adhiere e infecta,
el amor mas puro,
en tu delicado pebetero.

Y la lengua que explora en tu misterio,
destilando hedor,
por la mortal herida,
que ofidio inocula,
en llanura ya sin vida
lo que alguna vez,
tierra fecunda,
e inagotable manantial.