En la vida cotidiana,
hay momentos que nos cambian,
sin mediar escollo,
de cordialidad o indiferencia,
se brinca al odio,
con inusitada frecuencia.
Es resultado,
de ideas diferentes,
a veces nos hacen algo,
en otras solo lo sientes.
Es algo terrible,
que como un diablo interno aparece,
siempre presto a influir,
en cualquier momento,
este sale a relucir.
Es también un monstruo,
al que se da el tamaño que se desee,
se alimenta de falsas ideas,
de quejas y supuestos,
y en la aberración,
nubla la mente con rabia,
la llena de autocompasión.
Es algo muy interno,
presente en cada quien,
algunos lo manejan,
y no permiten su llegada,
así les va muy bien.
Con razón o sin ella,
otros no pueden con él,
aflora al primer instante,
y los conquista la hiel.
Es difícil de evadir,
se nutre de nuestro orgullo,
se encaja muy profundo,
el perdón y tolerancia sus enemigos,
envidia y mente su territorio mas fecundo.
Quien no perdona,
sin darse cuenta se aísla,
nunca puede olvidar,
dedica su tiempo a odiar,
su vida deja de gozar.
Es el resentimiento,
este sentimiento tan lacerante,
al que no debemos permitir ser habitante,
y expulsarlo en ese mismo instante.
Imagen:
Resentimiento
1947
Nicolas de Staël
1914-1955
El discurso del resentido dice, palabras más, palabras menos:
He sido excluido del banquete de los elegidos pese a que soy superior a ellos; los elegidos me odian y me tienen miedo; yo, por lo tanto, les correspondo.
Tomado de:
Elespectador.com
El resentimiento
Por: Andrés Hoyos
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